
Por Jorge Camargo
Una vez más, la vía El Cusiana, arteria vital que conecta a Casanare, Boyacá y Arauca, demuestra estar en condiciones deplorables. Hoy, como tantas otras jornadas, más de cinco trancones convirtieron el trayecto en una odisea para los viajeros. En el sector de Las Lajas, el primer embotellamiento del día fue apenas un aviso del infierno vial que seguiría. Quienes transitan esta vía no solo enfrentan huecos, derrumbes y retrasos, sino también la desidia criminal de un Estado que sigue dándole la espalda a su propia gente
Y mientras tanto, ¿dónde están los senadores? ¿Dónde están esos representantes que con bombos y platillos prometieron gestión, desarrollo y compromiso con sus regiones?
En Casanare hay dos senadores: Sonia Bernal (por el Gobierno) y Alirio Barrera (Centro Democrático). Ninguno suena ni truena. La vía se cae a pedazos, y el silencio de ambos es más estruendoso que los derrumbes que bloquean el paso. Parece que su conexión con el territorio se limita al periodo electoral y a recoger votos, porque al momento de exigir soluciones al Gobierno Nacional, su gestión es inexistente.
¿Y los senadores de Boyacá? Ciro Alejandro Ramírez Cortés (Centro Democrático), Ana Carolina Espitia Jerez (Alianza Verde y Centro Esperanza), Soledad Tamayo Tamayo, Miguel Ángel Barreto Castillo (Partido Conservador), y Aida Yolanda Avella Esquivel (Pacto Histórico). De todos ellos, hay que reconocerlo: Aida Avella es la única que ha alzado la voz con fuerza en defensa de esta ruta estratégica. Ha dado debates, ha puesto el tema sobre la mesa y ha exigido lo que el pueblo clama: atención urgente a esta vía olvidada.
El resto, brillan por su ausencia. La gente está mamada de elegir sanganos que solo saben posar en campañas, mientras que las carreteras, la salud, la educación y la dignidad de las regiones se derrumban.
La vía El Cusiana no es un lujo. Es una necesidad. Es la conexión terrestre entre Casanare, Boyacá y Arauca, una de las pocas rutas que permite el flujo de personas, productos y servicios. Su mal estado no solo afecta la economía regional, sino que pone en riesgo vidas humanas. Es un acto de negligencia institucional.
Y por si fuera poco, el martes 20 de mayo de 2025, cerca del mediodía, no había ni una sola máquina trabajando en la limpieza de los derrumbes. Les tocó a los propios usuarios bajarse y ponerle el lomo al trabajo. Así de cruda es nuestra realidad: un Estado ausente y ciudadanos abandonados.
¿Hasta cuándo tendremos que seguir rogando para que nos vean? ¿Hasta cuándo los congresistas van a seguir cobrando sin trabajar por lo que importa? No es falta de presupuesto. Es falta de voluntad. Falta de vergüenza. Falta de compromiso real con el pueblo que los eligió.
La plata con la que ustedes, señores congresistas, se pasean en camionetas blindadas y disfrutan de cócteles no les cae del cielo: sale de nuestros impuestos, de los casanareños, boyacenses y araucanos que sí madrugamos a trabajar. Basta ya de tanta desidia, de tanto abandono. El país está cansado de gobernantes vicharacheros y culebreros, que solo aparecen para buscar votos y luego desaparecen cuando más se necesitan.
Colombia merece otra clase de liderazgo. Uno que no se esconda detrás de la comodidad de una curul mientras el país se derrumba.