
En medio de un escenario económico todavía desafiante, el reciente acuerdo alcanzado en la Mesa de Concertación representa una bocanada de oxígeno y una señal alentadora de que el diálogo social sigue siendo posible. Tras semanas de negociaciones, el Gobierno y las centrales sindicales del sector público lograron consensuar el incremento salarial que regirá para los años 2025 y 2026.
Este acuerdo, que marca un hito en la relación entre el Estado y sus trabajadores, no solo define montos, sino que introduce previsibilidad en un contexto donde la incertidumbre económica muchas veces complica la planificación tanto institucional como personal. La decisión de definir el incremento en una fórmula bianual permite a los servidores públicos mirar con algo más de claridad el futuro inmediato, una aspiración legítima después de años de contención salarial y alzas puntuales muchas veces desfasadas frente al costo de vida.
Más allá de las cifras, lo relevante aquí es el método. La Mesa de Concertación, a menudo criticada por su lentitud o falta de resultados tangibles, ha demostrado que puede ser efectiva cuando hay voluntad política y capacidad de negociación. Por supuesto, no se trata de un acuerdo perfecto. Las organizaciones sindicales no obtuvieron todo lo que pedían, y el Ejecutivo tuvo que estirar sus márgenes presupuestarios. Pero esa es precisamente la esencia de un pacto: ceder para construir.
Este entendimiento también envía un mensaje político claro. En tiempos donde las tensiones sociales y la desconfianza en las instituciones crecen, los espacios de concertación deben reforzarse, no desmantelarse. La solución a las demandas laborales no puede reducirse a decretos unilaterales o a conflictos sin fin. Lo que ocurrió en esta negociación es una muestra de madurez institucional que, ojalá, se extienda a otros ámbitos de la gestión pública.
Ahora queda por ver cómo se implementará este incremento en la práctica y si el espíritu de acuerdo se mantiene vivo cuando lleguen las inevitables tensiones por su ejecución. Pero por ahora, al menos, se ha dado un paso importante. Uno que demuestra que, pese a todo, es posible entenderse.